Lo bueno, lo malo, y lo feo de la Ruta de Bakú a Belém para movilizar 1.3 billones de dólares para apoyar la acción climática en países en desarrollo.
- Dra. Sandra Guzmán
- hace 4 horas
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A escasos días de la COP30, a celebrarse en Belém, Brasil, las presidencias de Brasil y de Azerbaiyán responsables de diseñar la Ruta de Bakú a Belém para movilizar al menos 1.3 billones de USD, han finalmente publicado un documento de 81 páginas. La esperada Ruta ha generado expectativas, no solo porque es la vía acordada para ir de los 300 mil millones acordados en la COP29, a los 1.3 billones (meta aspiracional), sino porque representa el compromiso y las señales de que el sistema aún está comprometido con apoyar las acciones de los países en desarrollo, sobre todo, para alcanzar la implementación de las Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDCs por sus siglas en inglés) y las Políticas Nacionales de Adaptación (NAPs por sus siglas en inglés), entre otros instrumentos relevantes.

El documento que presenta una estructura con muchas similitudes al documento producido por el denominado Círculo de ministros coordinador por el Ministerio de Hacienda de Brasil, tiene algunos aspectos positivos, otros negativos, y algunos que no debieran haber sido incluidos de ninguna manera.
Lo bueno:
Diversidad de instrumentos: hace alusión a la importancia de movilizar una diversidad de instrumentos, reconociendo la importancia de la atención de la deuda y la ampliación del espacio fiscal para no afectar más a los países en desarrollo.
Inclusión de áreas temáticas críticas: reconoce la importancia de la adaptación como área importante, reconociendo también el tema de las pérdidas y los daños, además de que enlista otros sectores clave como bosques, océanos, agricultura, ecosistemas de montaña, todos que requieren un tratamiento financiero particular y diferente, introduciendo algunas medidas.
Reconocimiento de la vulnerabilidad de las islas y los países menos desarrollados: se reconoce en las diversas secciones de la Ruta la alta vulnerabilidad de los países insulares, y de los países menos desarrollados, sin embargo, no siempre se mencionan todas las regiones que conforman el sur global, como son aquellas de África, América Latina y Asia.
Capacidades locales, mecanismos de preparación y preparación de proyectos: se habla de la importancia de seguir fortaleciendo las capacidades de los países para que accedan a financiamiento, y la importancia de programas de preparación para ello, incluyendo preparación de propuestas que han sido algunas de las demandas más importantes de los países en desarrollo.
Fortalecimiento de instituciones financieras locales como la Banca Nacional de Desarrollo (NDBs): Se habla de la importancia de darle más fuerza a las instituciones financieras nacionales, como la banca de desarrollo, y como pueden articularse mejor con instituciones como la banca multilateral y otras.
Sinergias clima y naturaleza: enfatiza la importancia de trabajar en interconexiones como las sinergias entre las convenciones de clima y naturaleza, además de otras agendas temáticas, lo que facilitaría procesos de coordinación en países en desarrollo, siempre y cuando no se caiga en doble contabilización de financiamiento, que discuto abajo.
Visión de futuro: pese al repetido mensaje de que la Ruta no es un elemento de negociación dentro de la COP30, las presidencias incluyeron una serie de posibles opciones para seguir robusteciendo el camino que abre este documento, lo que permite pensar en un escenario que vaya más allá de la COP misma.
Pese a que varios puntos incluidos permiten una visión hacia adelante, la Ruta tiene muchos otros elementos que la hacen un documento poco transformador, y que resultan en una repetición de medidas fallidas.
Lo malo:
Llamado tibio a cumplir con las obligaciones de los países desarrollados: mientras que la Ruta nace del artículo 9 del Acuerdo de París, que llama a los países desarrollados a tomar el liderazgo en la provisión y movilización de financiamiento, la ruta habla de la cooperación bilateral como un elemento menor, dejando de lado la posibilidad de crear compromisos más fuertes, transparentes y predecibles de este financiamiento proveniente de los presupuestos públicos de los países desarrollados, que es lo que da predictibilidad a otro tipo de instrumentos.
Tratamiento parcial de la deuda: pese a reconocer la crisis de deuda como una gran barrera para los países en desarrollo, la ruta se limita a pensar en mecanismos de sostenibilidad de la deuda, y no un tratamiento adecuado según las condiciones de los países, que en algunos casos necesitaran cancelaciones, en otros habrá oportunidades de cambio, y solo en algunos habrá posibilidades de hacerla sostenible. Esto sin dejar de lado, que no habla de la posibilidad de crear un aparato más robusto que trate el tema de la deuda más allá de las actividades voluntarias presentadas en la Plataforma de Sevilla.
Rol crítico de los bancos multilaterales de desarrollo, pero con vago llamado de atención: se enuncia la importancia de rol de los BMDs, como actores clave del cambio y de la movilización, pero se integran medidas vagas para su reforma estructural, sin dejar de mencionar que se sugiere que solo mejorando la transparencia las instituciones lograrán las grandes acciones que se requieren. El llamado a las BMD es débil y sugiere una trayectoria “bussiness as usual” para ellos.
Adaptación en la narrativa, pero no en las propuestas: intenta enlistar una serie de medidas, incluyendo aquellas para sectores clave, como la adaptación, pero se queda con medidas de corto alcance para alcanzar la escalabilidad de los recursos, dejando el tema de adaptación en mera narrativa y no en el centro de los objetivos. Lo anterior porque no presenta propuestas claras, diversas y transversales para asegurar que el financiamiento sea justo, accesible y en forma de donaciones para la adaptación, dejando a la filantropía el mensaje de que debe ser quien lo atienda.
Llamado a mejorar el acceso, sin medidas para lograrlo: se reconocer que el acceso al financiamiento es otro de los temas clave de la escasa calidad del financiamiento, sin embargo, no señala con claridad la necesidad de crear esquemas o ventanas de acceso a para poblaciones más vulnerables, como comunidades indígenas, afrodescendientes, jóvenes, mujeres, niñez y otros grupos en estado de vulnerabilidad. Si bien armonizar procesos ayuda, el problema es que no hay facilidades para poblaciones vulnerables.
Elevar la efectividad sin medidas de impacto: si bien llama a incrementar la efectividad, como pieza clave de las acciones por venir, no integra la necesidad de generar medidas de impacto diferenciadas, para asegurar que el financiamiento no solo viene y se provee de la manera adecuada, sino que se asigna por lo medios adecuados para lograr el impacto adecuado, que debe ser diferenciado en cuando a mitigación, adaptación, pérdidas y daños, pero también por segmentos de la población, mujeres, hombres y otros aspectos.
Cortas opciones para aumentar el financiamiento climático, nulo llamado a bajar las inversiones altas en carbono: la ruta habla de medidas limitadas para realmente movilizar financiamiento climático, el mayor vacío es que es incapaz de hablar de la reducción de inversiones intensivas en carbono, como una vía eficaz, clara y quizá única, para elevar la eficiencia y el impacto del financiamiento climático.
Ampliar el espacio fiscal en la narrativa, pero no en las propuestas: se habla de la importancia de ampliar el espacio fiscal de los países pero no se integran medidas concretas que favorezcan este proceso, y no se hace alusión a otros procesos en marcha como la Convención Fiscal, que debiera conectarse con el proceso de mediano y largo plazo.
Medidas para la transparencia pero no para acabar con el green washing: se reconoce que medidas como la puesta en marcha de un marco inter operable para la implementación de las taxonomías sostenibles, y generar más esquemas de transparencia del sector privado, serán las que ayudarán a movilizar más ese capital sin embargo, carece de propuestas para regular y acabar con el green washing de las empresas, y evita entrar a la necesaria obligatoriedad de estos esquemas para asegurar el éxito en el largo plazo.
Estas son solo algunas medidas que hacen de la Ruta una poco transformadora, pero quizá hay otras tres medidas que no deberían estar en ella, por ninguna razón.
Lo feo:
Contabilizar remesas: es claro que los países en desarrollo van a necesitar todo tipo de recursos para elevar su financiamiento climático, pero el contar todos los recursos generados por los países no se asocia a las responsabilidades de países desarrollados con la provisión de financiamiento. Quizá se puede relacionar a hacer todos los flujos compatibles con el desarrollo bajo en carbono, pero eso está asociado a artículo 2.1.c y no a la Ruta.
Integración de medidas que no contribuyen con el desarrollo bajo en carbono de raíz: la integración de medias como captura y almacenamiento de carbono, han sido altamente cuestionadas por su falta de capacidad de transformar las trayectorias de desarrollo, sin embargo, la Ruta lo integra como áreas de inversión, lo cual no debe considerarse.
Integración de mecanismos de mercado como una fuente de financiamiento: se habla de los mecanismos de mercado como una de las fuentes de financiamiento, pese a que se ha hablado que estos recursos no debieran mezclarse, porque no todos los países en desarrollo tienen acceso a estos mecanismos, que tampoco han demostrado ser efectivos para reducir emisiones.

En general la Ruta confunde las acciones de apoyo a los países en desarrollo, de las acciones para transformar todos los flujos de financiamiento, es decir, confunde el origen y el propósito del Artículo 9 enfocado al apoyo de los países en desarrollo, con el Artículo 2.1.c dedicado a la transformación de todos los flujos de financiamiento, este es un fallo central en la narrativa y en la integración del documento.
Un fallo mayor es que no logra hacer las conexiones necesarias, tanto de procesos dentro de la Convención, como de procesos fuera de la Convención, lo que hace de la Ruta un instrumento carente de visión.
El futuro
Dado que la Ruta carece de respuestas tangibles y transformadoras, asociadas a las necesidades de todos los países en desarrollo, pues muchas de las alternativas, pueden ser verdad en algunos contextos de países emergentes, pero no de todos los países en desarrollo, lo que se puede hacer es acordar algunos pasos hacia adelante:
1. Dar recepción a la Ruta como un primer esfuerzo, pero dar un plazo máximo de un año para su revisión e integración de acciones tangibles para avanzar hacia la real movilización de financiamiento con las características que se incluyen en el mandato de la ruta, en colaboración y coordinación con las partes y entidades observadoras del proceso. Esto requerirá de un esfuerzo diplomático muy grande de parte de Brasil, para trabajar con los países en la adopción de este documento como elemento crítico de la COP30.
2. Mandatar al Comité Permanente de Financiamiento la revisión detallada de los elementos de la Ruta, como parte del seguimiento de la decisión de la nueva meta, pero integrando un mandato que hable de la revisión de aspectos tanto cuantitativos como cualitativos, para evitar que sea un reporte que no permita corregir el camino.
3. Mandatar que lo derivado de la nueva meta de financiamiento climático y de la Ruta tome en cuenta y se conecte con otros procesos dentro y fuera de la Convención, para que marque un camino de conexión y no un camino paralelo independiente y desconectado de los procesos.
Muchas personas hemos invertido tiempo en este proceso, porque creemos que puede ser trasformador, pero en las manos equivocadas puede ser una barrera para avanzar.
Este es un llamado para Brasil, y a todos los países, para que trabajen conjuntamente, para hacer de esta Ruta el camino que necesitamos para escalar un financiamiento justo, sostenible y realmente transformador.


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